La estanqueidad representa la resistencia que un edificio puede ofrecer al paso del agua (permeabilidad) y del aire (hermeticidad).
Entre el edificio y el exterior se establece un proceso termodinámico de intercambio energía a través de la envolvente térmica , que es la parte del edificio que se encuentra en contacto con el exterior.
En la gran mayoría de los edificios, incluso en los modernos y
bien aislados, la envolvente térmica no funciona adecuadamente se producen entradas y salidas incontroladas de
aire a través de las rendijas de puertas y ventanas, de los
conductos de fontanería y electricidad, por grietas y fisuras en
suelos, muros y paredes, por trampillas de acceso y otras
aberturas que no se han preparado para ese fin.
Puede llegar a suceder que el sistema de climatización, aun funcionando a pleno rendimiento, sea incapaz de mantener una temperatura interior adecuada.
Es como intentar mantener lleno de agua un cubo agujereado: no hay otra manera de lograrlo más que rellenar constantemente de agua para igualar el ritmo con el que ésta se escapa. Se calcula que en un edificio entre el 30% y el 50% de la energía que se gasta en climatización se pierde por culpa de las fugas de aire. Además de estas pérdidas directas de energía, las fugas pueden
disminuir la eficacia del aislamiento, porque favorecen la
penetración de aire húmedo, procedente tanto del interior como
del exterior, en la estructura de los edificios.
No basta, pues, con tener un buen aislamiento térmico. También
hay que tapar mayor cantidad posible de huecos por los que
pasa el aire, para reducir las pérdidas de calor y proteger las
capas de aislamiento de la humedad.
Algunas fugas de aire resultan muy evidentes, como las típicas
corrientes bajo una puerta, pero otras son muy difíciles de
detectar.